San Roky en Vitoria
Fue un concierto emotivo, el 31 de agosto en el festival Azkena de Vitoria, sobre las nueve y media de la noche pudimos ver la primera actuación, y quizás la última, de esta leyenda tejana en la Península. La historia personal de Roky Erickson es bastante triste, y como a casi todos los músicos que coquetearon con el LSD, esta droga les dejó una huella profunda y autista en su psique. Eran los 60, y en USA, se vivía el fenómeno psicodélico como una auténtica explosión de libertad, y también como una revolución interior que era avalada por intelectuales con peso en aquellos años. Lo que se supone que era un viaje para conocer los límites de la mente, para algunos significó la caída a un pozo sin posibilidad de retorno. Roky se asemejaría en eso a otra rock-star-meteorito-humano, como fue Syd Barret. Tiempos de excesos, tiempos de secuelas. Algo comparable al exceso de aguja hipodérmica, SIDA y rock durante los ochenta en España.
La historia oficial dice que se declaró loco para evitar ir a la carcel en 1969 a cambio de su ingreso en un psiquiátrico. Que sufrió tremendas sesiones de electroshocks que le dejaron inhabilitado como ser humano. Pero eso tampoco es del todo cierto. Sus magnificos e históricos elepés en solitario demuestran que pudo seguir adelante, aunque de espaldas al mundo, atrapado en sus obsesiones personales.
En Vitoria pudimos verle de manera digna, aunque con limitaciones para expresarse. Sólo dijo una docena de veces, gracias, y no soltó una palabra más. Estuvo correcto ejecutando los temas, y contó con buenos músicos de apoyo. Me quedo con The Interpreter, Bermuda y la propina que nos obsequió de los 13th Floor Elevators, You're gonna miss me. Era más un concierto nostalgia que de garra. Fue lo mejor de un festival que este año tuvo un cartel muy muy flojo.
Ójala siga adelante, porque se le venera en todos los círculos respetables de la música contemporánea.
La historia oficial dice que se declaró loco para evitar ir a la carcel en 1969 a cambio de su ingreso en un psiquiátrico. Que sufrió tremendas sesiones de electroshocks que le dejaron inhabilitado como ser humano. Pero eso tampoco es del todo cierto. Sus magnificos e históricos elepés en solitario demuestran que pudo seguir adelante, aunque de espaldas al mundo, atrapado en sus obsesiones personales.
En Vitoria pudimos verle de manera digna, aunque con limitaciones para expresarse. Sólo dijo una docena de veces, gracias, y no soltó una palabra más. Estuvo correcto ejecutando los temas, y contó con buenos músicos de apoyo. Me quedo con The Interpreter, Bermuda y la propina que nos obsequió de los 13th Floor Elevators, You're gonna miss me. Era más un concierto nostalgia que de garra. Fue lo mejor de un festival que este año tuvo un cartel muy muy flojo.
Ójala siga adelante, porque se le venera en todos los círculos respetables de la música contemporánea.
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