miércoles, septiembre 19, 2007

Von Mark E. Smith


Jesus and Mary Chain, Primal Scream, Mega City Four, My Bloody Valentine, Morrissey, Siouxsie, o Teeange Fanclub, confirma que lo que mejor saben hacer los británicos en las últimas dos décadas, es el pop. Aunque también les dedicamos aquí un bostezo infinito, a otras bandas como Oasis, Blur, Pulp, Artic Monkeys o Kaiser Chiefs.

Mark E. Smith en contra de las previsiones que lo han dado por difunto varias veces, debido a su amor por la botella, renace de sus cenizas, no con su histórica banda The Fall, sino con un divertimento con sus colegas germanos de Mouse on Mars.

El nuevo juguete se llama
Von Südenfed y no dejaría de ser una gracia más de Mark, si no fuera por este grandísimo single en potencia, una de las mejores canciones en lo que llevamos de 2007. Demuestra que puede cantar melodías 100% british, y nos deja apabullados con ese pegajoso estribillo con letra surrealista. Puede que Mark no llegué a triunfar con ella debido a ese físico tan poco Teen Idol, y castigado por el alcohol que atesora, pero nadie le negará que ES uno de los grandes (sin hype) en el Reino Unido. Bye bye Gallagher Brothers.

Éxtasis en celuloide

Rodada en el revolucionario 1968 entre Arizona y Almería, "Hasta que llegó su hora" (C'era una volta il West) es una de las cumbres del western. Contiene todos esos elementos que uno espera ver en esas pelis, pero aquí importa más el cómo que el por qué. Narra la historia de una terrible venganza fraguada durante años. Épica en estado puro. Los planos ralentizados, paisajes increibles, el vestuario (esas gabardinas), esas miradas asesinas, y sobre todo el buenazo de Henry Fonda haciendo un papel de despiadado mercenario. Además entre el reparto también estaban Charles Bronson, Claudia Cardinale y Jason Robards, y en el guión colaboró nada menos que Darío Argento y Bernardo Bertolucci. El cénit es esta secuencia del duelo, insuperable, un éxtasis para aquellos que amamos el cine. Y sobre toda la escena, esa canción de Morricone (The Man With The Harmonica) que es otra protagonista más de la peli.


San Roky en Vitoria


Fue un concierto emotivo, el 31 de agosto en el festival Azkena de Vitoria, sobre las nueve y media de la noche pudimos ver la primera actuación, y quizás la última, de esta leyenda tejana en la Península. La historia personal de Roky Erickson es bastante triste, y como a casi todos los músicos que coquetearon con el LSD, esta droga les dejó una huella profunda y autista en su psique. Eran los 60, y en USA, se vivía el fenómeno psicodélico como una auténtica explosión de libertad, y también como una revolución interior que era avalada por intelectuales con peso en aquellos años. Lo que se supone que era un viaje para conocer los límites de la mente, para algunos significó la caída a un pozo sin posibilidad de retorno. Roky se asemejaría en eso a otra rock-star-meteorito-humano, como fue Syd Barret. Tiempos de excesos, tiempos de secuelas. Algo comparable al exceso de aguja hipodérmica, SIDA y rock durante los ochenta en España.

La historia oficial dice que se declaró loco para evitar ir a la carcel en 1969 a cambio de su ingreso en un psiquiátrico. Que sufrió tremendas sesiones de electroshocks que le dejaron inhabilitado como ser humano. Pero eso tampoco es del todo cierto.
Sus magnificos e históricos elepés en solitario demuestran que pudo seguir adelante, aunque de espaldas al mundo, atrapado en sus obsesiones personales.

En Vitoria pudimos verle de manera digna, aunque con limitaciones para expresarse. Sólo dijo una docena de veces, gracias, y no soltó una palabra más. Estuvo correcto ejecutando los temas, y contó con buenos músicos de apoyo. Me quedo con
The Interpreter, Bermuda y la propina que nos obsequió de los 13th Floor Elevators, You're gonna miss me. Era más un concierto nostalgia que de garra. Fue lo mejor de un festival que este año tuvo un cartel muy muy flojo.

Ójala siga adelante, porque se le venera en todos los círculos respetables de la música contemporánea.